26 may 2024

El origen del retrete

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Hey babies! Siento que hace mil años que no subo un post de curiosidades, pero siento que todos, en algún momento del año, pasamos por épocas de procrastinación y se puede decir que me pasó a mí, así que, como dije en un post anterior, voy a aprovechar que ahora me siento con ganas de andar por aquí para subir cositas interesantes.

En el post de hoy tocaré un tema que me lleva intrigando desde hace unas semanas y es, ¿Cuál es el origen del retrete o inodoro? Porque es un aparato que usamos cada día de nuestras vidas (y si no, tienes un problema) y me intriga saber quién fue el genio que lo revolucionó todo en su día (porque no queráis saber cómo lo hacían en la edad media 😨).

Inodoro de Cummings
Si, como suele decirse, la civilización es la distancia que los humanos ponen entre ellos y sus excrementos, el retrete sería un buen indicador del nivel de esa civilización. Los romanos se acercaron mucho a la idea actual del inodoro con su sistema de letrinas públicas con agua corriente, que se llevaba de inmediato las deposiciones hacia una serie de cloacas subterráneas, de manera que los olores se mantenían en unos mínimos aceptables.

Pero con el colapso del Imperio, este sistema dejó de usarse y, durante siglos, los orinales se vaciaban por ventanas al grito de "¡Agua va!", lo que ayudó a propagar el tifus y toda clase de enfermedades infecciosas. En 1596, sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, concibió un váter conectado a un depósito de agua que arrastraba los desechos al ser descargado. Lo instaló en el palacio real, pero el invento no llegó nunca a difundirse porque la reina -no se sabe porqué motivo- le negó la patente para fabricar más. Puede que, como se ha argumentado, la ausencia de redes de alcantarillado o de fosas sépticas hubiera frenado el uso a gran escala, pero también puede pensarse que las clases altas habrían imitado a la reina y el invento se habría difundido.

Dos siglos más tarde

Debieron pasar casi dos siglos para que otros inglés, Alexander Cummings, retomara la idea e inventara el primer inodoro moderno. Este relojero de Londres patentó en 1775 un retrete cuyo funcionamiento se regía por el mismo principio que el de Harrington: una descarga de agua limpia arrastraba los desechos. Su gran innovación fue que el desagüe se hacía a través de un sifón, una tubería en forma de "S" que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores vuelvan hacia el sanitario. Eso permitió instalar el retrete en la propia vivienda sin problemas.

Cummings instaló sus inodoros en muebles de madera que los ocultaban de la vista cuando no eran usados y que contenían el dispositivo que activaba el mecanismo de descarga y desagüe. Sin embargo, el sistema no era perfecto, pues la cisterna goteaba con frecuencia y la válvula instalada en el fondo de la taza para cerrar el sifón solía atascarse.

Un modelo mejorado

Retrete de Bramah
Joseph Bramah, un ebanista que había instalado varias unidades del retrete de Cummings, se fijó en los defectos de su diseño e ideó una válvula mucho más eficaz para cerrar el sifón, que se mantenía limpia gracias al flujo del agua. Bramah añadió, además, una segunda válvula para cerrar la cisterna, evitando las filtraciones.

Las articulaciones de estas válvulas, que funcionaban mediante muelles, estaban diseñadas para permanecer siempre secas, de manera que no se bloqueasen durante el invierno, cuando el agua llegaba a congelarse. Una palanca abría ambas válvulas a la vez y el chorro de agua llegaba al fondo del inodoro a través de un orificio cubierto por una placa de metal que evitaba salpicaduras fuera de la taza. En 1778, Bramah patentó su modelo y lo comercializó con cierto éxito, pues era más fácil de manejar y más eficaz que el de Cummings. El diseño no dejó de perfeccionarse.

Albert Giblin creó un modelo en 1819 muy similar a los actuales, sin válvulas en la taza. En 1849, Thomas Twyford fabricó los primeros inodoros de cerámica. En la década de 1880, Thomas Crapper, que había adquirido la patente de Giblin, inventó el flotante, el corcho que sirve para cerrar automáticamente el flujo de agua en la cisterna.

Más transcendental fue la ley del Parlamento Británico de 1848 que obligó a instalar inodoros en las nuevas viviendas, aunque pasarían décadas antes de que el water closet o "armario del agua" llegara a todas las casas.

Fuente: National Geographic

2 comentarios:

  1. Qué curioso la de años que tuvieron que pasar para perfeccionarlo y que la reina se negará a su uso. Un post excelente. Abrazos

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    1. Pues sí, parece que a la sociedad en general no le gustan los cambios, aunque sean para bien 😅. Gracias por tu comentario.

      ~ Aradne

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